1ª semana (la peor).

Partí el pasado 24 de septiembre desde el aeropuerto de Sevilla hacia el de Bologna, ya que Parma no cuenta con "low-cost".
No hace falta decir que los días previos fueron frenéticos entre maletas, despedidas y todas esas cosas que conllevan un viaje durante un largo período de tiempo.
Era la primera vez que me montaba en un avión, así que le añadía doble emoción al asunto. Como buena novata, me dejaron sentarme al lado de la ventanilla, justo donde las alas. Fue una sensación muy bonita, sobre todo cuando miraba hacia abajo: ¡un Google Earth en vivo y en directo!
Por suerte no iba sola en esta aventura: me acompañaban una compañera de clase y un chico al que conocí en el mismo aeropuerto.
Tras dos horas, intensas al principio, aburridas al final, llegamos a Bologna, con retraso, eso sí, pero al parecer es algo muy típico.
Nada más aterrizar, la sensación que me invadía (y que me sigue invadiendo) era la de "tan lejos pero tan cerca". Esto se puede aplicar a todo: desde geográficamente hasta lo relacionado con la gente que dejaba en Badajoz. Pronto te das cuenta de que la distancia es la mejor forma de ver las cosas de otra manera, de valorar más lo que tienes, simplemente observando todo desde fuera.
También percibes que la vida aquí es más lenta en lo referente al día a día de la gente. Estaba acostumbrada a que, por ejemplo, a las cuatro de la tarde  no había apenas nadie en la calle, mientras que aquí a esa hora daba la sesnsación de que eran las seis de la tarde. Por la noche pasaba más de lo mismo. De hecho más de una vez cené sin darme cuenta a las ocho de la tarde, pensando que eran las diez...¡Una locura!
En seguida nos pusimos en camino hacia Parma, nuestro lugar de destino. El trayecto no se hizo muy ameno, porque para empezar había que coger un bus para la estación de tren que costaba ¡5€! Eso sí, esperando conocimos a dos españolas, con lo que no nos sentimos tan solos.
Una vez llegamos a la estación, nos pusimos manos a la obra para buscar el tren pero era un auténtico descontrol porque estaba todo mal señalizado. Si a eso le añadimos que cargar con las maletas (una de 15kg y otra de 10, para ser exactos) es la peor de las torturas...¡Ese día desarrollé unos buenos bíceps! :D
Después de cerca de una hora de traqueteo, llegamos a la estación de tren de Parma. Ahora nos teníamos que dirigir al Ostello della Gioventú, un hostal en el cual se suelen alojar todos los Erasmus porque es de lo más barato que te puedes encontrar aunque, para qué nos vamos a engañar...¡está donde Cristo perdió las sandalias!
Yo, como hasta el último momento no sabía si podría irme, reservé para una sola noche, pensando que el encontrar piso sería coser y cantar. Pero no, estaba completamente equivocada: nuestra "odisea" no tuvo nada que envidiarle a la de Homero.
Al día siguiente estábamos en la calle, con maletas incluidas. Menos mal que esa tarde se presentó un hombre de una inmobiliaria ofreciendo pisos, pero como no nos podíamos meter todavía porque no lo desocupaban hasta una semana después, nos consiguió cobijo en casa de un amigo suyo. Al parecer se iba a presentar al hostal a recogernos, pero cuál fue nuestra sorpresa al ver llegar a un hombre de unos 60 años, vestido de cuero, con melena negra, y con un pañuelo de EE.UU atado al cuello. Mi compañera y yo nos miramos en ese momento, en plan..."Dios mio, dónde me he metido..."
Por fortuna, en esto tampoco estábamos solos. Mira tú por dónde nos juntamos con cinco chicas más, todas ellas en la misma situación que nosotros. Como punto cómico, hay que añadir que el hombre (Enzo) era cantante de karaoke: cantaba todos los sábados en el mercadillo. 
La primera noche nos invitó a todos a cenar unos simples "panini", en plan "todos en familia".



Al principio todo fue bien, de hecho nos invitó a ir a escucharle cantar en el mercadillo, con intervenciones musicales nuestras, pero aquello iba a ser el principio del fin... El tal Enzo era un "espabilao de cuidao" como todos los italianos, y la mujer estaba celosa, así que la situación se puso tensa.
Menos mal que Rocío, Alejandro y yo, en una reunión de Erasmus para entregarnos los papeles, conocimos a otros Erasmus españoles que casualmente les sobraba una noche en un hostal, y...¡nos lo regalaron!
Con las mismas fuimos a casa de esta familia a recoger las maletas. Las otras chicas ya habían encontrado piso pero como les faltaba pagar la fianza y demás, tenían pensado quedarse uno o días más. El caso es que nada más llegar se produjo una acalorada discusión entre el matrimonio, y todos sabíamos que era por nuestra culpa, así que decidimos que no íbamos a dejarlas allí otro día más, que se venían con nosotros. ¡Y dicho y hecho!

 
El único problema, que a estas alturas ya nos parecía algo nímio e insignificante, es que la habitación sólo contaba con tres camas, y nosotros eramos seis. Así que, ni cortos ni perezosos, juntamos dos camas para dormir en ella las cinco chicas. 






Todo hay que decir que me levanté más tiesa que una tabla. 
A la mañana siguiente volvíamos a estar en la calle, así que otra vez cargando con las maletas. Hay que decir que las maletas empiezan siendo tus mejores amigas porque guardan todo lo que consideras de valor, y terminan siendo tus peores enemigas.
El caso es que reservamos otra noche en ese hostal, y otra vez estábamos en las mismas: tres camas para seis personas, así que como comprenderéis saltarse eso estaba prohibido, pero aún así nos la jugamos. 
Esta vez la cosa salió mal, ya que había más gente alojada que nos vieron y, aunque al día siguiente intentamos escapar por todos los medios antes de que el dueño llegase, no fue así. Fue una escena más propia de la peli "Atrápame si puedes" que de la vida real. Nos echaron y encima tuvimos que pagar 5€ cada uno, que en comparación a lo que costaba alquilar cada noche, ¡estaba muy pero que muy bien!
A todo esto, nosotros nos pasábamos el día entero buscando pisos, pero entre que es muy caro y que no sé por qué razón los italianos no nos tienen mucho aprecio...No estaba la cosa fácil ni mucho menos, así que más de una vez nos veníamos abajo porque ni descansábamos ni comíamos en condiciones.
Al terminar la estancia en el hostal, el grupo se dividió. Alejandro encontró piso por su lado y nosotras cinco quedamos por otro lado, aunque con una diferencia: las tres chicas ya podían quedarse en su piso. Nos dejaron quedarnos con ellas hasta que encontráramos uno.
Menos mal que Alejandro, en una de sus búsquedas, encontró un piso del que ya no estaba interesado y que estaba muy cerca de nuestra facultad (Facoltá di Lettere e Filosofia), así que nos ayudó a ponernos en contacto con los que vivían en él y afortunadamente nos dijeron que sí.


Puede parecer el final feliz de un cuento, pero no fue así. La primera noche que podíamos dormir en una cama en condiciones no pudimos llevarlo a cabo porque no eramos capaces de entrar en casa. Resulta que la puerta se abre de una forma muy particular: primero tiras del pomo hacia la derecha, a continuación giras la llave y, a la vez, das un rodillazo (un bailecito me marcaba todos los días). Bueno, esta forma de abrirla fue al principio, ya que con la práctica encontramos maneras menos escabrosas y, sobre todo, dolorosas. 
Intentamos dormir en las escaleras del piso pero, como es comprensible en estas fechas, hacía un frío horrible. Tras una hora y pico esperando no sé a qué, llamamos a nuestras amigas y nos ofrecieron otra vez su casa, así que a las cuatro de la madrugada nos pusimos a cruzar Parma en dirección a ella.
Al día siguiente volvimos al piso y nada, que tampoco quería abrirse...Tomé la opción de llamar a la vecina de enfrente, que para sorpresa nuestra, abrió la puerta como si nada...¡Qué pavera!
A pesar de todo, hubo risas para dar y tomar, y todas las noches nos íbamos a la Piazza della Pace, más conocido como "Pilotta". Allí nos reuníamos todos los Erasmus españoles para contar nuestras penas y alegrías.





Y colorín colorado...la primera semana ha terminado! :)

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