Visita alla Germania e cosí via... (dal 09/06 al 19/06)

Como ya anuncié en la entrada anterior, esta semana iba a Alemania con mi hermana, no sin antes hacer algún examen pendiente. 
Desde que suspendí el primero estaba muy insegura, y de hecho tenía la posibilidad de hacer dos el día antes de irme, pero no tenía claro que me fuera a dar tiempo, y el que llevaba mejor preparado no lo hice, y el que pensé que no lo iba a hacer al final lo hice. Eso sí, me llamaron desde el mismo sitio del examen para que fuera corriendo porque no tenía pensado presentarme. Y mira tú por dónde el profesor era un buenazo y me puso un 27/30 :)
Después de eso ya sí me puse a preparar la maleta, porque el avión salía a las 08:00h de Bérgamo, con lo cual tenía que hacer noche en el aeropuerto, esta vez sola. No estuvo del todo mal, porque me llevé el ordenador con una peli, me compré unas patatas y una botella de agua, y ale, como una reina!
Tras una hora y poco de vuelo, llegué al aeropuerto de Frankfurt-Hahn. Me dio mucha alegría verla porque desde navidades...¡anda que no ha llovido!


Nada más salir de ahí probé un pretzel. Lo primero que pensé al saborearlo es que me estaba comiendo una galleta gigante salada. 
Como no me atrevía a salir sola porque no entendía ningún cartel ni nada, fuimos al despacho de mi hermana, ya que no está ahí por gusto, sino porque su universidad tiene firmado un convenio con distintas empresas para que sus alumnos de doctorado hagan prácticas cuando es necesario. Y ahí entra en escena el GSI (Gesellschaft für Schwerionenforschung = Compañía para la investigación de iones pesados), cuya sede está en Darmstadt, a pocos kilómetros de Frankfurt. 
Cada vez que alguien entra en sus instalaciones tiene que registrarse y te dan una tarjeta identificativa. No pude evitar sentirme un poco importante cuando me dieron la mía... 
Ya por la noche fuimos a dar una vuelta por Darmstadt. Me llamó la atención que algunas ciudades apenas cuentan con casco antiguo, y si lo tienen es demasiado nuevo, debido a que durante la Segunda Guerra Mundial fueron totalmente arrasadas. Qué pena... 
De las ciudades que he visto, la que mejor se mantiene en ese sentido es Heildeberg. Cuentan que a los soldados americanos les pareció tan bonita que les dio pena derribarla y la dejaron casi intacta.  Y vaya que si lo es...




Uno de los sitios de interés es el castillo, que está en todo lo alto. Fijáos si era empinada la cuesta que nos tuvimos que agarrar una a la otra por la cintura y empujar hacia adelante. Qué horror!
Nos hizo gracia que había un punto en la cuesta en la que dejaban los carritos de los bebés. 


Y por fín llegamos al castillo...





En su interior se encuentra el barril de vino más grande del mundo (220.000 litros de capacidad! )



Cuentan que, de lo grande que es, llegó a tener en la cima una pista de baile. Y no es para menos...¡si parezco una hormiga ahí en lo alto!
Y bueno, cómo no voy a hablar de lo gastronómico... Para comer me pedí un plato típico: "Halbe Schweischaxe mit Dunkenlbiersoß, Sauerkraut und Semmelknödel". En otras palabras, esto: 


A medida que iba pasando por los escaparates de los dulces me quedaba asombrada de la buena pinta que tenían. No pudimos evitar caer en la tentación y probamos estos...


Después nos volvimos a Darmstadt para que mi hermana pudiera trabajar otro poquito. Y es aquí donde descubrí algo que me llamó mucho la atención y que deberían implementar  en España...


... ¡una máquina para reciclar botellas de plástico! Como bien explica mi hermana en la imagen, metes la botella en la imagen, le das al botoncito, esperas a que se lo trague y la máquina te da a cambio en torno a 15 céntimos. Está genial!
Por la noche me llevó a Frankfurt, aunque sólo dimos una vuelta en coche para ver los rascacielos. Me impresionaron mucho. No me quiero imaginar cómo me quedaré si algún día veo los de EE.UU...
Al día siguiente fuimos a Münich. Como está a 4 horas o así en coche, decidimos hacer noche, así que buscamos lo más barato. Y lo más barato fue un albergue situado a poco tiempo del centro que tenía una particularidad...dormíamos 100 personas juntas en literas! 
Me gustó porque tenía un ambiente muy "en familia", con sus zonas comunes y todo de madera.  Eso sí, hacía un frío... Nos dieron cinco mantas a cada una, pensando que eso era una exageración, pero qué va. De hecho yo echaba en falta un par de ellas más! Qué frío, por favor... 
Eso sí, la que líamos para encontrar el sitio, porque sólo llevábamos la dirección, y como allí está todo tan señalizado es una pena! No os fiéis mucho de los alemanes, que no son capaces de decirte que no saben y te mandan a la otra punta si hace falta. 
Sólo sabíamos que llegaba cerca el tranvía número 17, así que...¿qué hicimos? ¡Perseguirlo! Fue super divertido porque hacíamos las mismas paradas!


Al día siguiente nos pateamos un poco la ciudad. Una de las cosas que más me llamó la atención fue la fachada del ayuntamiento. 
En la parte delantera tiene unas figuras que cuando llega cierta hora empiezan a moverse, como las cajas musicales. 

 
El resto ahí va:



Mientras tanto dulces...



...¡y más dulces! 


Una de las cosas que más me llamó la atención de todas las ciudades alemanas que he visto, pero sobre todo en esta, es la anchura de las calles. 




A media mañana nos fuimos en dirección a Darmstadt, con la idea de parar en algún sitio de camino y así ver algo más. Y es ahí donde entra en escena el campo de concentración de Dachau, al norte de Münich. Cuando llegamos sólo faltaba una hora para cerrar así que no nos pudieron dar audio guías ni nada por el estilo porque la visita está programada para cuatro horas, con lo cual nos fuimos a verlo rápido por nuestra cuenta. 
Nos impresionó mucho porque, aparte de la historia que encierra un recinto de este tipo, a medida que pasabas por las estancias y veías fotos de los presos en ese lugar concreto, la imaginación echaba a volar. 
En Alemania es obligatorio a los 14 años hacer una excursión a un campo de concentración para que tomen conciencia de lo sucedido. Yo, personalmente, lo haría obligatorio para todo el mundo.








Después de esta visita nos dirigimos definitivamente a Darmstadt. Ya era mi última noche por aquellas tierras, así que al llegar nos fuimos a cenar a un restaurante australiano. Me contó mi hermana que a los alemanes les encantan probar comidas de otros países, entonces muy fácilmente te puedes encontrar restaurantes griegos, mexicanos, pakistaníes, mongolos, y bueno, en este caso australiano. Probé la carne de canguro. Está muy rica, eh? Tiene un sabor muy parecido a la ternera pero más jugosa.




Bueno, no he hablado del idioma... Para mí es como si hablaran chino. Menos mal que mi hermana me iba traduciendo los letreros y me enseñó a pronunciar algunas palabras, que si no...buuuf! Eso sí, ahora tengo más curiosidad por aprenderlo, porque antes estaba en la ignorancia total y absoluta! 
Esa noche de madrugada nos fuimos en dirección al aeropuerto de Frankfurt-Hahn, porque mi avión salía a las 6 de la mañana en dirección a Bérgamo. En resumen me gustó Alemania, era muy distinto a como me lo imaginaba, así que tengo que volver para conocer la zona norte.
Una vez que llegué a Bérgamo, el bus que lleva a Milano, que normalmente tarda 45 min, tardó 2 horas. Si a eso le sumamos a que el próximo tren que iba a Parma salía en una hora...llegué a casa mil horas más tarde de lo que pensaba!
A mi llegada me esperaba quedarme sola dos diítas porque estas tres se iban a Cagliari. Yo no quise porque si no iba a perder más tiempo para estudiar, aparte que a mi la playa no me hace mucha gracia...
Eso sí, el primer día solitario me quedé encerrada en el cuarto de baño. Buen estreno! Resulta que la llave de la puerta se quita y se pone y con la torrija de recién levantada, la saqué de la cerradura. Fueron diez minutos que se me hicieron eternos intentando meterla en la cerradura, pero no había manera... Estaba ya por tirar un rollo de papel higiénico por la ventana en plan SOS cuando, en el último momento, lo conseguí! Ufff, qué mal lo pasé...
A la vuelta tocaba la cuenta atrás para que Cristina volviera para siempre a Madrid, así que el mismo sábado que llegaron fuimos a la última fiesta Erasmus, donde mucha gente se despedía. Pero antes nos tocó cena en su casa. Michele nos volvió a preparar pasta, esta vez con champiñones. No sé qué tiene la pasta de aquí que está buena hasta sola...




Después ya sí que sí, en dirección al Positiva...








Hubo llantos por parte de algunas personas y me entró un "noséqué" por dentro, porque veo cada vez más cerca el final de esto, y más viendo que se va una de las personas a las que más cariño he cogido aquí! Pero bueno, todo tiene su principio y su final. 
Al día siguiente quedamos en nuestra casa para comer paella...




Por la tarde fuimos al aperitivi para despedir a Cristina. Se iba al día siguiente. Los italianos compraron un megáfono pequeño, entre todos, y al final la que se lo ha quedado he sido yo. Me vieron con tanta ilusión cuando lo cogía que ale... :D Está genial! Si me lo termino quedando, pienso llevarlo en el bolso, porque para llamar a la gente en la distancia o lo que sea viene muy bien! O simplemente para hacer la tonta, que me encanta! :D
Bueno, y ahora, en otro orden de cosas, voy a pasar a hablar de mi casa! ¿Recordáis lo de la caldera, que me tenía que duchar calentando ollas? Pues bien, por fin vino el que arregla estas cosas y resulta que no salía agua caliente porque estaba apagada. Por lo visto hay un interruptor en la pared, al lado de la mesa, que es para apagarla y encenderla, lo cual es muy sencillo de hacer sin querer porque si te sientas al lado le das con la cabeza y ale! No veeeass... encima nos cobraron 20€ por la visita... ¬¬
Entre eso, que V sigue picando cuando quiere, y que no limpia... tiene mucha razón el cartelito que cuelga en el pomo de la puerta de casa...




Hasta la próxima semana! :)

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